«Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: ‘Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar”. Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: “Vengan a almorzar”. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Quién eres?”, porque ya sabían que era el Señor. » (Hch 5)

En una de sus primeras alocuciones el Papa Francisco nos propuso un plan pastoral para toda la Iglesia: Caminar, confesar y construir. Para los catequistas estas tres palabras nos evocan muchos textos del Evangelio que iluminan nuestros encuentros: Emáus, la samaritana, el grano de mostaza… somos caminantes, peregrinos que acompañamos a aquellos que el Señor nos confía, en el camino de crecimiento en la fe…

Y acá aparece la segunda palabra: confesar, profesar nuestra fe en Cristo vivo y presente en nuestra historia. Los creyentes ponemos nuestra seguridad en un Dios Padre que devuelve la vida a su Hijo como garantía de su promesa, que lo rescata de la muerte para decirnos a todos: «síganlo a Él y ustedes también alcanzarán la vida eterna». La confesión de fe en Cristo resucitado nos mueve al seguimiento, al discipulado. Lo mismo que en el texto de referencia: nosotros  sabemos que Él es el Señor. Esto es lo que anunciamos en cada encuentro con los hermanos. Esto es lo que testimoniamos con nuestra vida.

El programa pastoral de todo discípulo no se agota en el anuncio sino que nos propone unir esfuerzos para construir el Reino.  Reino de paz, justicia, misericordia y perdón que hacemos realidad en la vida cotidiana de cada una de nuestras comunidades.

Si vamos siguiendo las palabras del Papa Francisco descubriremos claramente el camino por el que tenemos que transitar como pueblo de Dios. Y el tercer domingo de Pascua, teniendo de fondo este encuentro de Jesús con sus discípulos a orillas de lago y la confesión de fe de Pedro, nos propuso un paso más: anunciar, testimoniar, adorar. La clave está en el encuentro con Cristo vivo que nos da la fuerza para seguirlo. Una muestra de esta fuerza ha sido la respuesta solidaria de nuestro pueblo frente a las inundaciones que sufrimos hace poco.

Pidamos al Señor la fuerza y la luz para descubrirlo presente entre nosotros: en nuestra tarea cotidiana, en el hermano que sufre, en la comunidad.  Así podremos ser fieles como discípulos para caminar, confesarlo nuestra fe, construir el Reino: anunciando,  dando testimonio y adorando al único Dios.