La evangelización como humanización de la familia humana, de su cultura y de su historia procede del enriquecimiento de la fe. Se trata de dejarse renovar por el don y el amor de Dios y también por la respuesta de los creyentes a ese don que se derrama en la historia y en el mundo entero. La Nueva Evangelización implica, a la vez, formas de fe nuevas y también, tradicionales. La Nueva Evangelización es, ante todo, nueva por la acción bondadosa de Dios que se dona, por la novedad de la vida que Él ofrece a todos. La Nueva Evangelización es también nueva por las condiciones sociales y culturales. El contexto social y cultural es calificado como un ámbito en el que se produce la secularización o exculturación del catolicismo. Podemos afirmar que este contexto se convierte en obstáculo para la gracia y el amor. A pesar del contexto, la Iglesia no deja de vivir el don de Dios en el trasfondo siempre existente de Dios que se ofrece gratuitamente y los creyentes que, en la Iglesia, optan por el Señor con fuerza y determinación. Se trata, en este escenario de Nueva Evangelización, de descubrir o de redescubrir las potencialidades de la fe aún no manifestadas. Esto también es un rasgo de la Nueva Evangelización. Se expresa en las iniciativas de cada creyente por anunciar el Evangelio, buscando nuevos métodos y recursos pastorales. Por último, la Nueva Evangelización no se manifiesta sólo en los recursos, sino en la fidelidad para acoger la Palabra del Señor. Se puede afirmar que el modelo de esta fidelidad es la Visitación de María a su prima Isabel, en un contexto muy adverso. La Virgen se deja guiar por el Espíritu Santo, el Señor ha realizado maravillas y María canta el Magníficat. Esta alegría es también la alegría de la Iglesia, la alegría pascual que expresa siempre el triunfo de nuestro Dios. Es ante esta realidad que podemos afirmar, con certeza, todas las posibilidades de la Iglesia por un Evangelización verdaderamente nueva.