En el Encuentro Nacional de Directores 2014 Mons. Enrique Eguía hizo un recorrido por los últimos pontífices mostrando la continuidad y la novedad que caracteriza la acción pastoral del Papa Franciso. Les compartimos una parte para pensar juntos

4. Francisco: la fe como luz de la vida del creyente

Por todo esto no sorprende que Francisco, tomando textos escritos por Benedicto, en un camino de profundad continuidad en el cambio, haya enseñado en su primera encíclica “Luz de la fe”: “Si queremos entender lo que es la fe, tenemos que narrar su recorrido, el camino de los hombres creyentes…” (LF, 8). Es que la Fe tiene un arraigo tan grande en la vida de la persona creyente, que la toma por entero iluminándola: “La fe como don sobrenatural, se presenta como luz en el sendero, que orienta nuestro camino en el tiempo.” (LF, 4). La fe otorga un horizonte de sentido y ubica la vida del creyente en una relación constante entre pasado y futuro: entre la memoria del llamado de Dios y la confianza en la futura promesa. Pasado y futuro de unen de una manera consoladora y esperanzadora, iluminando el presente.

La fe se sostiene en el recuerdo de un amor tan grande de Dios que nos llama para ser sus hijos. Y también se sostiene en la confianza (no se puede dudar de su amor!!!) segura en que Él no nos abandona y cumplirá sus promesas, aunque nos haga esperar…

5. La alegría de evangelizar
Como vemos en los tres último Papas y en su magisterio hay una fuerte insistencia en vivir una fe que surge de una experiencia de encuentro con Cristo, que toma la propia persona, ya que me pone en relación personal con Él, y que a través de la comunión con mis hermanos vivo y crezco en el amor. Esta experiencia de fe en la Iglesia me da un sentido de pertenencia que hace posible que me sienta en la “familia de Dios”. Una fe que ilumina toda la vida, haciendo de esta un camino, un recorrido que tiene horizonte de sentido.

La nueva evangelización, con una Iglesia transformada desde una perspectiva misionera, requiere tener en cuenta todos estos aspectos que el Espíritu Santo viene suscitando en estos últimos años. La identidad misionera (hacer discípulos y misioneros de Cristo…) no se enseña solamente organizando metodológicamente misiones programadas. Se enseña desde una experiencia de comunión, en la lógica del mandamiento del amor, en la insistencia de la importancia de las relaciones personales (“el otro es un don para mí” JP II, NMI 43), en “entender la fe” a partir de testimonios de fe (los santos), en vivir la Iglesia como familia, y sobre todo en la centralidad del encuentro con Cristo en especial a través de la Palabra de Dios (“lugar de encuentro con Cristo”, cfr. Aparecida) Y esto, sobre todo, lo tienen que descubrir en el/la catequista: la alegría de creer en Cristo.

6. La misión como expresión de la misericordia de Dios 
A un año de la elección del Papa Francisco, podemos encontrar algunas insistencias, a través de sus gestos, sus homilías y sus escritos, algunos matices que son propios de su ministerio. Los podríamos sintetizar en dos expresiones: la misión y la misericordia.

La actitud misionera, concepto apropiado en las Conclusiones de Aparecida, va estrechamente unida a la identidad del cristiano. Y la renovación pastoral y estructural de la Iglesia debe tener como fundamento esta orientación. La conversión pastoral y la transformación de las estructuras caducas, serán posibles si son guiadas y tocadas por esta dimensión misionera.

Pero, para que el impulso misionero no quede simplemente en un esfuerzo funcionalista, el Papa Francisco deja en claro que la misión tiene como fin mostrar la misericordia de Dios, es decir el tesoro que está en el corazón de la Iglesia.

La clave de la renovación de la Iglesia es la “conversión pastoral”, que no es otra cosa que ir hacia Jesús y el Evangelio, sin caer sólo en soluciones funcionalistas. De este vínculo con Jesús brotan dos actitudes pastorales prioritarias para el Papa Francisco: cercanía y encuentro. (cfr. EG Nº 171)

La prioridad de estas actitudes viene por el hecho de ser expresiones del  mandamiento del amor a Dios y al prójimo. Francisco deja en claro que de aquí surge la misión, que es llegar a todos. Amar de verdad nos lleva al encuentro con el otro para compartir la alegría de creer en Cristo.

Una Iglesia misionera con estas características se refleja ante todo a través de una “pastoral de la misericordia”. Esta es un servicio de la maternidad de la Iglesia. El tiempo de la misericordia acompaña a la Iglesia misionera y la debe preceder. El Papa nos hace un llamado a crecer en una pastoral de la misericordia animando a nuestro pueblo en la esperanza. Ser misioneros desde la misericordia, yendo al rescate del herido. Más que preguntarnos qué debemos hacer, tendríamos que preocuparnos qué debemos ser.

La misericordia tiene en sí misma un movimiento de salida (misionero), ya que es un amor que, descubriendo lo que el corazón sufriente del hermano siente ( -cordia, cordis=corazón; miseri= miseria, debilidad), sale de sí mismo para acompañar y ayudar, para sanar y curar, para salvar (el buen samaritano). Dios es misericordioso, porque al escuchar el “clamor de su pueblo” sale de sí mismo en Cristo (“habita entre nosotros”) para redimir.

Este tiempo misionero nos llama a no quedarnos solamente en los aspectos de organización y funcionalidad de la Iglesia, sino también en mostrar su corazón (misericordia). Siguiendo aquí las huellas trazadas por Santa Teresita que encontró su vocación y lugar en la Iglesia al decir: “en el corazón de la Iglesia, yo seré el amor”.

La misericordia es la gran novedad enseñada por Jesús, que hoy debemos mostrar y enseñar nosotros. Este estilo misionero cercano, misericordioso y pobre, debe impregnar toda la pastoral. La categoría de “encuentro” nos tiene que llevar a priorizar en la pastoral toda acción misionera que implique relación con el otro. Todo agente de pastoral debe asumir este estilo misionero, cercano y misericordioso y hacerlo presente en su oración, su formación y su acción pastoral.

La imagen de María presentada por Francisco en EG la deja como modelo de lo que debe hacer la Iglesia en este tiempo misionero y misericordioso. Dice en el Nº 286: “María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura”.

Por lo tanto, podríamos definir sintéticamente el aporte del Papa Francisco con este binomio: la Iglesia evangeliza amando (misericordeando) y cuando ama y es misericordiosa, la Iglesia evangeliza.