Una de las ponencias que más nos impactó en el Congreso fue la de Sor Carolina Blázquez Casado, OSA, de Palencia (España).

La misión que las hermanas llevan a cabo en el albergue parroquial Santa María de Carrión de los Condes (Palencia), donde reciben a los peregrinos que caminan hacia Santiago de Compostela, se convirtió en una parábola de la evangelización y la sinodalidad, invitándonos a reflexionar sobre cuán importante resulta ser una acogida cálida y sencilla a la hora de recibir a quienes “caminan” buscando a Dios.

Los peregrinos llegan al albergue al final de la tarde y son recibidos por las hermanas en un ambiente cálido y fraterno; sólo se les pregunta ¿Quién eres? y ¿Por qué emprendiste el camino?; luego de un descanso reparador, se los invita a la cena compartida, y mediante “el lenguaje universal de la música” como la misma Carolina nos cuenta, se celebra el encuentro. Al día siguiente, luego del desayuno, se realiza una oración y se los bendice, individualmente, para continuar el camino, en el viaje de retorno a casa.

La peregrinación, como un areópago de la Nueva Evangelización, se configura como un lugar teológico y catequético, en el que podemos pensar a los hombres y las mujeres del mundo que están en una búsqueda del sentido de la vida y de Dios. El camino representa ese espacio propicio de la gracia que permite la presencia de un “otro” con quien se pueden encontrar, acompañarse y hasta, en determinado momento, confiarse detalles personales a pesar de no conocerse. 

Hoy, “entrar en contacto” significa aceptar una mediación para el encuentro; y el camino emprendido, al romper con la vida rutinaria, se resignifica: hay articulaciones vitales, experiencias compartidas, agradecimientos en común. 

La hermana Carolina nos hablaba de una “memoria penitencial” que suele ocurrir a los peregrinos durante el camino: es común que según se avance, y se dejen en libertad los pensamientos, aparezcan personas, hechos, lugares, situaciones, que vienen al corazón y que se transforman en los rostros de las personas que amamos o que han sido significativas, de alguna manera, en nuestras vidas. Aparecen el arrepentimiento, la gratitud y la necesidad de hablar sobre estos acontecimientos intensos que nos han ocurrido. Por lo general, los interlocutores son los compañeros de camino, que se convierten en “confesores”, empáticos, dialogales, y que lejos de juzgar, acompañan en silencio.

Durante el camino de Santiago de Compostela, existen unas flechas amarillas que indican el camino; la hermana Carolina nos invitaba a contemplar estas indicaciones como “mediaciones”: que nos llaman a estar atentos, a dejarnos guiar por otros, a permitir que nos conduzcan, y al mismo tiempo, a aceptar que son un modo de aprender a conocer a Dios en la comunidad.

El signo de la gracia se hace presente en el camino del peregrino, interpelando a su corazón: la llegada a la meta no es el objetivo, sino un sello que ha implicado una transformación interior y que desde ese momento se ha incorporado a sus vidas.

Nuestra misión evangelizadora y catequística se parece mucho a la de las hermanas del albergue en el Camino de Santiago: se trata de recibir a quien está pasando a nuestro lado sin más preguntas que ¿quién eres? ¿qué buscas en el camino?; escuchar, acompañar, acoger, alimentar, celebrar y finalmente, luego de haber mediado, asegurarnos de que el sello de Jesucristo ha calado hondo en los corazones.

Los peregrinos que pasan por nuestras vidas, como los del Camino de Santiago, necesitan avanzar, confiar, dialogar, ser escuchados y comprender que la meta de la felicidad no está al fin del camino sino en el encuentro mismo con el Señor. Y que existe una comunidad que acompaña y que vigila si aparecen crisis o dificultades.

La Iglesia debe ser ese espacio, ese areópago, ese momento de gracia que custodia el camino y que evita el peligro del desvío o del atajo. 

Comprender esta mistagogía eclesial del camino de Santiago seguramente dotará de sentido nuestros propios caminos de conversión, individuales y pastorales.

María Eugenia Bouvier