La figura del barbecho en el campo está impregnada de la vida misma. El campesino abona la tierra con los restos del cultivo anterior, abrigando los tallitos y hojas de la pasada cosecha con los mullidos terrones de su campo. El agua, el calor y el tiempo los van macerando, transformando aquellos restos en un humus que da sustento a la nueva siembra.

Los frutos de hoy tienen en su esencia el barbecho de cosechas pasadas y las manos de aquel artesano de la esperanza que es el campesino.

Hoy estamos frente a un nuevo tiempo de la catequesis, caracterizado por frutos muy auspiciosos y esperanzadores: el Nuevo Directorio y Antiquum ministerium son el emergente más importante que auguran un giro sustancial de la catequesis.

Nuestros catequistas de tierra adentro son testigos de ello. Nos llegan noticias del norte y del sur, del este y el oeste, del llano y la montaña, de la pampa y de la selva. Hermanos que dando su vida, generosamente, se hicieron esperanza viva en medio de la pandemia. Su entrega se hizo brote vivo y fecundo primereando su ser “ministerial”. El Papa confirma con su magisterio lo que el Espíritu Santo ha hecho de barbecho en nuestra tierra.

El reciente diagnóstico realizado por la JNC y el ISCA nos revela un porcentaje significativo de nuevos catequistas surgidos en tiempo de pandemia: ellos también son el fruto del barbecho del Espíritu y de la siembra generosa de tantos “campesinos catequistas”.

Estas nuevas generaciones piden ser formadas. Ahí está nuestro gran desafío. Hoy formar es “acompañar” , hoy formar es “saber estar con”, es “ser para”, es “saber hacer desde”…dimensiones formativas históricas pero también siempre novedosas en su enfoque. Dimensiones formativas que buscan salir del intelectualismo desencarnado rumbo a una formación integral, situada, fraterna y colaborativa. Una formación en clave catecumenal y fraterna.

Pero necesariamente este nuevo tiempo de la formación precisa incorporar de manera activa, pero sabia y pastoral, lo digital. Desafìo grande si los hay. Lo digital permite capilaridad, accesibilidad e intensidad formativa…pero no garantiza necesariamente el tú a tú, lo comunitario, el compartir fraterno. Allí tendrá que estar el aporte sabio que entreteja las nuevas tecnologías con el Espíritu, para hacerlas cercanas y fraternas.

Sin embargo debemos estar atentos a nuestros hermanos que se encuentran en las periferias… ¿Cómo llegar a nuestros catequistas que están en medio del monte o en pueblitos alejados a los que la tecnología hoy no llega?. Tenemos que pensar la catequesis también desde las periferias. La tecnología, si bien capilar, corre el riesgo de profundizar las diferencias sociales para con aquellos que no les resulta tan accesible. Por eso el diversificar las propuestas, el no olvidarnos del noble papel, el asumir los catequistas lejanos geográficamente visibilizándolos son acciones urgentes y necesarias.

Esos pequeños pero grandes pasos nos permitirán consolidar los frutos de este barbecho.

P. Pablo Ardiles