Contemplando el mismo paisaje, recorriendo los mismos lugares y comulgando con la misma fe en el Señor, que animo a aquellos primeros cristianos. Pusimos en el altar a nuestra Madre Iglesia, a nuestra Patria y allí también estuvieron los rostros de nuestras familias y de tantos catequistas que son alegres testigos de Jesús resucitado. En ese lugar sagrado, donde reafirmamos la esperanza en la vida que no tiene fin, hicimos memoria agradecida por los catequistas que ya están en la presencia del Padre.