“Cada uno viva según la gracia recibida, poniéndola al servicio de los otros, como buenos administradores de una multiforme gracia de Dios. Quien habla, lo haga como con palabras de Dios; quien ejercita un oficio, lo haga con la energía recibida de Dios, para que en todo sea glorificado Dios por medio de Jesucristo”. ¡Es esta la invitación a la santidad! Acojámosla con alegría, y apoyémonos los unos a los otros, porque el camino hacia la santidad no se recorre solos, cada uno por su cuenta no puede hacerlo, sino que se recorre juntos, en ese único cuerpo que es la Iglesia, amada y hecha santa por el Señor Jesús. Vamos adelante con valentía en este camino de la santidad” Papa Francisco audiencia del miércoles 19/11/2014

Por consiguiente, la meta última de todo hombre consiste esencialmente en una plena y total identificación con Cristo, en ser un reflejo cada vez más perfecto de su rostro. Al expresarnos así, no hacemos más que referirnos a uno de los capítulos fundamentales de la teología paulina.

Hablando de la relación íntima y vital de Cristo con los que han sido regenerados en las aguas bautismales, san Pablo es muy claro y categórico. Afirma de sí mismo:  “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Ga 2, 20). Palabras que valen también para todo bautizado (cf. 2 Co 13, 5; Col 3, 4).

Esta identificación del cristiano con Cristo se ha de expresar en la vida de cada día. Está llamado a hacer presente a Cristo y manifestar a los demás su rostro con su testimonio personal. Siguen siendo actuales, a este respecto, las palabras de Pablo VI:  “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros o si escucha a los maestros es porque son testigos” (Discurso a los miembros del Consilium de laicis, 2 de octubre de 1974:  AAS 66 [1974] 568).

Y Juan Pablo II reafirma:  “Hoy la gente se fía poco de las palabras y de las declaraciones solemnes; quiere hechos. Por ello, mira con interés, con atención e incluso con admiración a los testigos. Se podría decir que la deseada mediación entre la Iglesia y el mundo moderno, para que tenga de verdad eficacia, exige testigos que sepan hacer realidad la perenne verdad del Evangelio en su propia existencia y al mismo tiempo la conviertan en instrumento de salvación para sus hermanos y hermanas” (Discurso en la presentación de un libro sobre la santidad, 15 de febrero de 1992:  L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 6 de marzo de 1992, p. 4).

Card. José SARAIVA M., c.m.f.,
Prefecto de la Congregación para las causas de los santos,
El rostro de Cristo en el rostro de la Iglesia

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