Iniciamos este camino de reflexión sobre los Ecos del III CCN para que toda la riqueza compartida podamos reflexionarla en comunidad y la vayamos encarnando en lo cotidiano de nuestra misión. Comenzamos a rumiar las certezas del Congreso…

01 Tenemos la certeza de que el encuentro con Jesús vivo es el inicio y el camino de fortalecimiento del discipulado misionero 1

Sabemos que no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva 2. En el Evangelio hallamos elocuentes y diáfanos testimonios de personas cuyas vidas son transformadas por el encuentro con Cristo: los apóstoles, la samaritana, la hemorroísa, Zaqueo, el ciego de Jericó, y tantos otros 3. El encuentro con Jesucristo vivo provoca y convoca a su seguimiento. Promueve, en quien responde al llamado, un itinerario de profundización, que se afianzará a lo largo de la iniciación cristiana, y se prolongará en su vida como discípulo en la comunidad de fe. Este encuentro debe renovarse constantemente, en quienes se reconocen como discípulos misioneros de Jesucristo así como en quienes se encuentran en camino de serlo, por medio del testimonio personal, el anuncio del kerigma y la acción misionera de la comunidad.

Desafíos y orientaciones

Discernir en comunidad sobre si nuestras vidas, celebraciones litúrgicas, trabajo catequético, salida misionera, acción social y solidaria conducen verdaderamente al encuentro vivo con Jesús, lo celebran, lo hacen presente, lo testimonian y lo anuncian a quienes están lejos de Él o no lo conocen. • Impulsar en cada Iglesia particular un itinerario catequístico que promueva y facilite el encuentro vital, personal y comunitario con Jesucristo, que vive y obra en la Iglesia-comunión

1. Cfr. DA 278 a 2. Cfr. DA 243 3. Cfr. Lc 24,13-35; Jn 1,35-39. Nota. El documento de Aparecida nos señala varios lugares que facilitan este encuentro: en la fe vivida y celebrada en la Iglesia, en la Sagrada Escritura leída en la Iglesia, en la Tradición, en la Sagrada Liturgia, de modo privilegiado en la celebración eucarística, en la celebración de la reconciliación, en la oración personal y comunitaria, en medio de una comunidad que vive en la fe y en el amor fraterno, en los pobres, afligidos y enfermos. (Cfr. DA 246-257. Cfr. JNC. IIICCN, 17.18.21.27.29.30.31.34.47).