«Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo». (Mt 28,19-20)

¡No te entiendo ¿qué decís?” – Una parábola de la evangelización hoy

Se acerca el mes de octubre, mes de las misiones y resuena una vez más el mandato del Señor: vayan, comuniquen mi mensaje y hagan discípulos… ¿pero ¿cómo hacerlo en el contexto de nuestra cultura? ¿cuál será el mejor modo de transmitir un Mensaje que es vida en abundancia para todos?

Tuve la gracia de viajar a Roma para participar del III Congreso Internacional de Catequesis en el Vaticano. Un encuentro de muchas personas llegadas de distintos lugares del mundo, una sinfonía de idiomas diferentes. ¡¡¡Había que encontrarse y comunicarse!!! ¡qué alegría cuando escuchábamos alguien que hablaba español! 

En lo cotidiano: el italiano en el supermercado, en el bus, en el taxi y la necesidad de que nos entiendan. Muchas veces comprendía los que me decían por los gestos. ¡Todo un desafío! Aprender las palabras básicas: gracias, de nada, por favor…

Vivimos doce días con una joven italiana que nos recibió en su casa. Al principio recurríamos al Google y luego hubo una maravillosa comunicación de corazón a corazón.

Esta experiencia me hizo pensar en las dificultades que tenemos muchas veces para dialogar en nuestros contextos culturales y con los que piensan distinto. Un desafío enorme y apasionante: encontrar un lenguaje que nos permita comunicar la belleza de nuestra fe, un mensaje de vida, esperanza y alegría que es para todos. La actitud básica es escuchar con empatía, tratando de comprender la realidad que el otro está viviendo. No condenar, ni prejuzgar, sino construir puentes y buscar puntos de encuentro. La experiencia vivida fue una verdadera “parábola de la evangelización hoy”. 

Tenemos por delante un mundo que nos interpela y desafía, y tenemos en las alforjas la única certeza: el Señor de la Historia es el único capaz de dar sentido a todos los interrogantes vitales. Confiados en esa certeza renovamos nuestro compromiso de seguir siendo testigos alegres de la Buena Noticia… 

¡pero qué lindo volver a la patria y escuchar que todos hablamos el mismo idioma! ¡Dios nos guíe para que también en la fe todos hablemos con el mismo lenguaje!